Había una vez, hace mucho tiempo un reino imaginario con su rey que no era imaginario.
Solamente era un rey.
El rey y su reina vivían en un fastuoso palacio con su hija, la que padecía una extraña enfermedad llamada tristeza y nadie la había visto sonreír.
Preocupados los reales papás -
Consultaron los mejores médicos y a los grandes magos para que hallaran cura a tan horrible mal.
Nada. ni siquiera una mueca consiguieron arrancarle. ¡ Hasta la hechicera del reino dic su receta!
-¡Descalzadla y con una pluma de faisán (porque como eran reyes no lo irían a hacer con una pluma de gallina) y hacedle cosquillas en la planta de los pies.
Todo lo contrario, la princesita llamada Marisol, rompió a llorar desconsoladamente.
Fueron contratados payazos que entonces eran bufones y...nada.
Mientras tanto el reino entero se preparaba para una gran fiesta esperadas por todos, la que duraría una semana. Se festejaba la visita del rey vecino llamado "rey Momo"
El rey Momo era rey en un país llamado "Carnaval".
Marisol, siempre con una lágrima dispuesta veía desde su ventana los preparativos de los plebeyos.
Como colocaban tribunas en la calle principal para ver el gran desfile y desde lejos le llegaba el ruido de la música de los ensayos de las comparsas legadas de muy lejos.
El rey tuvo una gran idea. Llamó al jefe de la guardia real y ordenó que su hija fuera inscripta como participante.
Al enterarse la niña, se encerró en sus aposentos y se entregó a su pasatiempo favorito: llorar.
Lo reyes también enfermaron.
¡De pronto escucharon un sonido que no reconocieron!. En el mismo momento vieron a su hija correr y esconderse del hijo de la cocinera, que con un pomo de lanzanieves, trataba de hacer blanco en la princesita.
-¡Milagro, milagro!- gritaba todo el reino y por fin pudieron ver sus blancos dientes y en su rubio pelo manchones de nieve.
Azorados los reyes, lloraban , pero de alegría y se abrazaban y decían -¡Está curada!- Juega y se ríe!-
El día del inicio del corso, los reyes se instalaron en el palco real y el rey ordenó que a cada uno de ellos se le entregaran pomos de nieve y nadie se salvó de la puntería de Marisol, la que jamás dejó de reír y todos juntos esperaran la próxima visita del rey Momo
y por unos días se olvidaran de sus penas, sus dolores de reuma y sus cuentas a pagar.-
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